jueves, 6 de diciembre de 2012

Llega la navidad

Ya ha empezado el Adviento y con él las calles de nuestra ciudad empiezan a estar adornadas, acicaladas, engalanadas de adornos y luces que irradian espíritu navideño. En nuestros hogares empezamos a preparar el árbol de navidad y el Belén, que son los grandes protagonistas de nuestros salones, y no puede faltar la corona de Adviento, que representa las cuatro semanas antes de la llegada de Jesús, una tradición cristiana muy antigua.
Cada año algo nuevo, con tonos, coloridos diferentes, adornos para estrenar, nuevas recetas para los días especiales...

"...ojalá pudiésemos meter el espíritu de la Navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año..." Harlan Miller


  






 

                                                   
                                                  

miércoles, 28 de noviembre de 2012


Mi perro también es demócrata


Dos de la tarde. Una uruguaya, una catalana, una madrileña y un vasco, la combinación perfecta  para discutir sobre  política. En principio, el consenso parece difícil y más si uno de los integrantes de la discusión prefiere comenzar el ensayo con el siguiente comentario: “un vasco y tres personas más”. Con la idea más o menos planteada y un bloc de notas bajamos a reponer  fuerzas a “100 Montaditos”. Eligiendo los pedidos empezamos a discutir sobre las distintas maneras de vivir esta asignatura.  Todavía no nos habían servido cuando a la vista de las distintas opiniones y de lo difícil que sería llegar a un acuerdo, alguien exclama: “¡cada uno tiene su opinión, no discutáis más!”. En ese minuto de silencio posterior nos dimos cuenta que acabábamos de actuar de la misma manera que los políticos a los que íbamos a criticar. Sin llegar a ninguna conclusión, la conversación quedó zanjada.
Quedarse callado es una opción, pero no es la única forma de renunciar al diálogo. Tergiversar, contradecir, descontextualizar,  perder las formas, etc.  Son también ejemplos que suelen terminar con la pérdida del sentido y fin último de las palabras. Rápidamente nos comenzamos a “ladrar” y nos olvidamos de que: “Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz”1.
Hace un par de semanas acudimos a una conferencia sobre “Fe y política”, a cargo de Julio Banacloche. Durante la ronda de preguntas contó su experiencia en el parlamento: el Partido Popular le había pedido que defendiera la inconstitucionalidad de la ley del aborto, al llegar al parlamento expuso su discurso ciñéndose en todo momento al problema legislativo. En ningún momento atacó la legalización desde el punto de vista moral. Sin embargo, al finalizar, el representante del PSOE exclamó: “¡Usted quiere imponer su postura!”. Para contestar a Banacloche este diputado había preparado un discurso, prejuicioso, que no solo no se adecuaba a lo que este había expuesto, sino que le había  imposibilitado una escucha atenta.  Cuántas veces nos pasa que antes de que el otro exponga su idea, ya estamos pensando en cómo vamos a defendernos. Parece que nos gusta escucharnos hablar a nosotros mismos, más que llegar a verdaderas soluciones. Fácilmente, renunciamos a pensar en nombre de una falsa tolerancia. Sin escucha, todo discurso político queda en la mera opinión, de la misma manera que sin diálogo toda amistad queda en la superficialidad.
Finalmente consideramos que la existencia de un diálogo argumentado e interactivo en el que los participantes se escuchan mutuamente y  expresan de manera racional y bien argumentada su opinión, representa la condición básica de un régimen democrático y que no solo sienta las bases del discurso político, sino que tiene lugar también en las conversaciones más cotidianas. Todo ello se resume en  un conjunto de normas cívicas  fundamentadas en el respeto, la escucha y la capacidad de expresión de cada uno de los componentes que dialogan e interactúan para la búsqueda de “soluciones” concretas, en el caso de los políticos, o  por el mero enriquecimiento personal, llegando incluso a aceptar como propias las ideas del oponente que con su discurso y nuestra actitud receptiva han llegado a convencernos.

Pamplona, Noviembre2012
1Leonardo Da Vinci




martes, 20 de noviembre de 2012

La sexualidad, hoy y ayer


Son frecuentes los casos de abusos sexuales y violencia de género, y mucho más frecuente es la publicidad que pone a la mujer como principal reclamo. Sobra decir que no hablamos aquí de un reclamo o un atractivo intelectual sino meramente sexual. La mujer no aparece como un objeto de admiración sino de deseo y posesión desordenada. El erotismo e incluso la pornografía inundan las páginas de la prensa, las revistas de moda, las redes sociales, los medios online, los escaparates, las canciones o las calles. Ante esta situación general, muchos se alarman y buscan culpables.
Sin embargo, me atrevería a decir que nadie es del todo responsable de este fenómeno. Mejor dicho, o lo somos todos, o ninguno. Creo que es un círculo vicioso que se retroalimenta solo. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? Quién empieza, ¿el diseñador de la minifalda de éxito o la niña de quince años que se remanga la suya y sirve de inspiración al diseñador? En la sociedad en que vivimos, esta corriente del “destape” en su punto más álgido se ha instalado y forma parte de nuestra manera de pensar y ver el mundo, nos agrade o nos parezca denunciable.
Hace cincuenta años, el panorama era radicalmente distinto. Si hablas del tema con alguna persona de más de setenta, seguramente te dirá que se encuentra escandalizada por lo que explicábamos al principio. Si le pides que te hable de cómo vivió él o ella el tema del sexo, puede que seas tú quien acabe escandalizándose. Mi abuelo me contó que, para él, cogerle de la mano a mi abuela cuando eran novios era casi pasarse. En mi opinión, tampoco esto es bueno ni normal. Entonces, ¿qué es lo natural? ¿Existe una forma de vivir el tema del sexo o la sexualidad “correcta”? ¿No dependerá más bien del momento histórico en el que uno vive?
Ante estas cuestiones, la respuesta podría ser que efectivamente, no hay respuesta, y que en un tema tan polémico o delicado como este, en el que se mezclan moral, religión e ideologías, no hay forma de medir ni establecer verdades. No obstante, considero fundamental hacer el esfuerzo de pensar seriamente  en el hombre y en qué papel juega la sexualidad en este desde un punto de vista antropológico. La sexualidad debe ser una forma de expresar nuestro amor y entrega incondicionales y no solo una vía para experimentar placer. La mujer es mucho más que un cuerpo o una actitud, y el hombre mucho más que instinto. Por nuestra condición de humanos podemos decidir, si no, no estaremos ejerciendo nuestra libertad, que es justo lo que nos hace humanos. El sexo puede tener como consecuencia el nacimiento de una persona nos guste o no.
Este hecho ya debería darnos pistas acerca de la verdadera naturaleza y fin de la sexualidad. Entonces, lo consideraremos como un valor inamovible en el tiempo y la distancia, y una verdad para transmitir y defender siempre que lo veamos necesario. Pero, y como le oí decir a una psiquiatra en cierta ocasión, la sexualidad y todo lo que le concierne es, al fin y al cabo, solo una parte más del intelecto y del individuo y merece la misma atención que el resto. Tiene por tanto que estar integrada y asimilada en equilibrio con otros temas importantes. Sin dejarlo de lado, pero sin obsesionarnos. 






martes, 30 de octubre de 2012

Compro, luego pienso

La semana pasada me llegó un e-mail de una tienda de artículos de belleza de la cual soy socia ofreciéndome el 15% de descuento en todos los productos durante un mes. Los ojos se me abrieron como platos y rápidamente mi cerebro empezó a funcionar y a pensar qué compraría. En realidad no necesitaba nada, pero con ese descuento me veía obligada a comprar algo, ya que si no lo hacia sentía que estaba perdiendo una oportunidad. Al cabo de unos días, paseando por Pamplona, di con la tienda en cuestión y fui directa sin pensar en nada más. Ya tenía pensado qué quería, faltaba ultimar unos detalles. Resultó que a la hora de pagar solo me descontaron unos pocos céntimos pero yo ya estaba contenta de mi compra, y casi pensando en la siguiente.



A veces nos pasa que compramos sin ningún sentido y después tenemos  el armario lleno de cosas que no nos hacen falta, pero como en su día estaba rebajado o de moda era necesario comprarlo. Escribiendo estas líneas me viene a la cabeza un mail que me ha llegado esta mañana de mi antiguo colegio, avisando de que como todos los años, se está organizando un rastrillo solidario con todas las cosas que compramos y no utilizamos lo que ha servido para despertar en mi mente la preocupación acerca de las compras compulsivas.
Es indudable que los jóvenes buscamos de forma constante y apasionada ser felices.  Buscamos la felicidad siempre, en cada momento, en cada minuto de nuestro día. A la mayoría nos cuesta ser reflexivos y aguantamos mal los momentos de tristeza. Por ello andamos procurando la satisfacción inmediata, que puede ser fruto de algo tan simple como la mera adquisición de un objeto que no sabemos si después utilizaremos. Esta felicidad que no es muy elaborada, nos dará ese sentimiento de euforia, pero durará poco.

Y así nos acomodamos muy fácilmente pues esta sociedad parece estar especializada en  proporcionar momentos de alegría intensa, que frecuentemente aparece en la publicidad asociada a la compra. Corremos el riesgo de acomodarnos en la risa fácil, en una existencia solo orientada al ocio y a una vida social de apariencias y superficial. No hay iniciativas, se hace solo lo que hace todo el mundo porque es lo que está de moda, lo que se lleva.

Pero el estilo de vida debería ser  propio de cada individuo, y está determinado por las metas que tiene cada uno, por las experiencias que va viviendo y por las cosas que va haciendo. Y también se define en los momentos de reflexión, en los que tomamos decisiones importantes y afrontamos y asumimos lo menos alegre. Si actuamos como decíamos en líneas anteriores no nos diferenciaremos prácticamente nada de la mayoría de los animales. Por tanto es importante a mi parecer, tener un espíritu crítico, las ideas claras, la capacidad de reflexionar  y saber qué estilo de vida queremos poseer y tener muy claro qué necesitamos para acertar siempre al comprar.










miércoles, 24 de octubre de 2012

La lectura, la píldora del pensamiento


Vivimos en una sociedad en la que tal y como describió Heráclito: “Todo fluye, nada permanece”. Dicho filósofo presocrático utilizó esta frase para expresar la inestabilidad del mundo y para, según su filosofía, expresar su creencia, de que el mundo es un ser cambiante en el que jamás encontraras nada inmóvil.
 También apunto: “no nos podemos bañar dos veces en el mismo río”; y es que en el siglo XXI ha dotado a los jóvenes de una vida “non-stop”. En la que sino se llena uno el tiempo de quehaceres o actividades nos aburrimos y esto nos puede llevar al peor de los males: pararse a pensar. Algo que aterroriza a los jóvenes de hoy en día. Es tanto el movimiento que se caracteriza a nuestra sociedad que ya ni se para uno para comer. Para esto están los  “fast-food” o los “take-away”. No sólo somos los jóvenes los que sufrimos esta pandemia sinó el mundo en general.
 A decir verdad, han sido las nuevas tecnologías y la demencia de pensamiento las que hacen que estemos todo el día en constante actividad. Es por eso que casi siempre se prefiere estar en el ordenador, tomando algo, pasear con las amigas o ir al gimnasio en lugar de leer un libro. Y es que la lectura es una de las únicas actividades que nos permiten sentarnos y pensar, imaginar o descubrir. Antes que nada, para promover el pensamiento deberíamos promocionar el saber estar sin hacer nada, tranquilos o incluso aburrirse. Son estos momentos criminales de la vida en los que podemos tomar mejor nuestras decisiones vitales. Por ejemplo, si por algún caso de la vida decidiéramos contraer matrimonio entre ruidos y entretenimientos seria muy probable que acabásemos fracasando.
En conclusión, lo más importante para hacer aquello que queremos hacer de nuestra vida es pensar y un buen medio para ello es leer. Siempre y cuando nos permita pararnos y dedicarle un tiempo. Leer pues de pie en el tren entre barullo no es del todo recomendable.



martes, 16 de octubre de 2012

Mi autobigrafia

Mi nombre es Anna Gelabert Colom-Noguera. Nací un 14 de mayo de 1992 en San Cugat del Valles, no recuerdo muy bien esa etapa de mi vida pero por lo que cuentan era bastante llorona y no me gustaba nada dormir. Mis padres son farmacéuticos por lo que desde muy pequeña he estado cerca de esa profesión. Quizá por eso al paso de los años decidí estudiar Farmacia. Somos cuatro hermanos, yo soy la segunda; el mayor, Ramón, es un genio en los estudios y estudia ingeniería de puentes y caminos. Me llevo un año con él y esto hace que nos llevemos bastante bien aunque él es bastante reservado y muy serio. La siguiente a mí es una chica, Imma,  le encanta la investigación y estoy segura de que va a llegar muy lejos: ella va a empezar ahora Farmacia también. Es lo mejor tener una hermana pequeña a la que le puedes confiar cosas y sobre todo compartir ropa.  Después viene el pequeño, Pere,  que todavía está en el colegio, es muy risueño y divertido. Somos una familia muy unida, nos gusta organizar todo tipo de cosas, desde ir al monte de excursión a buscar setas  hasta un partido de waterpolo antes de comer en la piscina de casa. Somos una familia llena de sorpresas.  Vivimos en Esplugues de Llobregat, Barcelona, aunque prácticamente hacemos más vida en Matadepera, un pequeño pueblo de montaña muy cerca de Barcelona donde solemos ir los fines de semana, puentes y verano. Allí nos reunimos con el resto de familia materna y con un montón de amigos. Un ambiente muy tranquilo y  muy familiar.

Durante toda mi infancia y adolescencia estudié en el Colegio de Fomento Canigó, allí aprendí un montón de cosas y virtudes que fomentaba el colegio desde que éramos pequeñas.  Sobre todo hice muy buenas amistades que todavía conservo. Sigo recordando los primeros cursos con el uniforme y las extraescolares que hacía. Era bastante deportista, y todavía lo sigo siendo: me gusta el baloncesto, bailar, jugar a tenis y a pádel y practicar el esquí en invierno.  Nunca he sido mucho de salir a correr, prefiero los deportes en equipo y con más gente.

Siempre me han gustado los idiomas; en el colegio estudiaba castellano, catalán, ingles y francés. Desde cuarto de primaria ya estaba apuntada a clases particulares de inglés. Tuve la gran suerte de poder ir a Bristol, a casa de una familia inglesa durante un trimestre de primero de la ESO. Aprendí un montón y en tercero de la ESO para acabar de perfeccionar el inglés fui otro trimestre a Manchester a una residencia de estudiantes con compañeras de clase.
Me gusta mucho viajar y he tenido la oportunidad de poder estar en casi todos los continentes menos en Oceanía. Es un gran hobby de toda la familia y sobre todo de mis abuelos maternos. Nos gusta conocer otras culturas y ambientes. Uno de los sitios que me ha gustado más ha sido Egipto. He ido dos veces: una de turismo con toda la familia y la segunda vez como voluntaria a un barrio pobre muy cerca de El Cairo. Allí estuvimos con niños huérfanos y con discapacitados. Fue una experiencia inolvidable. La mayoría de mis veranos a partir de bachillerato han estado dedicados a voluntariados diferentes, empezando con los enfermos de Lourdes cuando estaba en cuarto de ESO, Lituania en primero de bachiller, y Egipto en segundo de bachiller. Mis dos últimos veranos me los ha amargado junio, pero para el año que viene el objetivo es Tanzania, Belén o la India.


Actualmente estoy entre segundo y tercero de Farmacia en la Universidad de Navarra. Al principio no quería venir a estudiar aquí pero por motivos académicos acabó siendo mi única opción. Vine con intención de volver a mi querida Cataluña lo antes posible, pero ya no tengo ninguna prisa. En Pamplona he encontrado amigos, una ciudad pequeña y acogedora, y sobre todo al amor de mi vida, un chico que apareció en mi clase el uno de septiembre de hace tres años siendo un completo desconocido y que hoy es lo más importante de mi vida.