La semana pasada me llegó un e-mail de una tienda de
artículos de belleza de la cual soy socia ofreciéndome el 15% de descuento en
todos los productos durante un mes. Los ojos se me abrieron como platos y
rápidamente mi cerebro empezó a funcionar y a pensar qué compraría. En
realidad no necesitaba nada, pero con ese descuento me veía obligada a comprar
algo, ya que si no lo hacia sentía que estaba perdiendo una oportunidad. Al cabo de unos
días, paseando por Pamplona, di con la tienda en cuestión y fui directa sin
pensar en nada más. Ya tenía pensado qué quería, faltaba ultimar unos detalles.
Resultó que a la hora de pagar solo me descontaron unos pocos céntimos pero yo
ya estaba contenta de mi compra, y casi pensando en la siguiente.
A veces nos pasa que compramos sin ningún sentido y después
tenemos el armario lleno de cosas que no
nos hacen falta, pero como en su día estaba rebajado o de moda era necesario
comprarlo. Escribiendo estas líneas me viene a la cabeza un mail que me ha llegado
esta mañana de mi antiguo colegio, avisando de que como todos los años, se está
organizando un rastrillo solidario con todas las cosas que compramos y no
utilizamos lo que ha servido para despertar en mi mente la preocupación acerca
de las compras compulsivas.
Es indudable que los jóvenes buscamos de forma constante y
apasionada ser felices. Buscamos la
felicidad siempre, en cada momento, en cada minuto de nuestro día. A la mayoría
nos cuesta ser reflexivos y aguantamos mal los momentos de tristeza. Por ello
andamos procurando la satisfacción inmediata, que puede ser fruto de algo tan
simple como la mera adquisición de un objeto que no sabemos si después
utilizaremos. Esta felicidad que no es muy elaborada, nos dará ese sentimiento
de euforia, pero durará poco.
Y así nos acomodamos muy fácilmente pues esta sociedad
parece estar especializada en
proporcionar momentos de alegría intensa, que frecuentemente aparece en la publicidad asociada a la compra. Corremos el riesgo de acomodarnos en la
risa fácil, en una existencia solo orientada al ocio y a una vida social de
apariencias y superficial. No hay iniciativas, se hace solo lo que hace todo el
mundo porque es lo que está de moda, lo que se lleva.
Pero el estilo de vida debería ser propio de cada individuo, y está determinado
por las metas que tiene cada uno, por las experiencias que va viviendo y por
las cosas que va haciendo. Y también se define en los momentos de reflexión, en
los que tomamos decisiones importantes y afrontamos y asumimos lo menos alegre.
Si actuamos como decíamos en líneas anteriores no nos diferenciaremos
prácticamente nada de la mayoría de los animales. Por tanto es importante a mi
parecer, tener un espíritu crítico, las ideas claras, la capacidad de
reflexionar y saber qué estilo de vida
queremos poseer y tener muy claro qué necesitamos para acertar siempre al
comprar.