Vivimos en una
sociedad en la que tal y como describió Heráclito: “Todo fluye, nada
permanece”. Dicho filósofo presocrático utilizó esta frase para expresar la
inestabilidad del mundo y para, según su filosofía, expresar su creencia, de
que el mundo es un ser cambiante en el que jamás encontraras nada inmóvil.
También apunto: “no nos podemos bañar dos
veces en el mismo río”; y es que en el siglo XXI ha dotado a los jóvenes de una
vida “non-stop”. En la que sino se llena uno el tiempo de quehaceres o
actividades nos aburrimos y esto nos puede llevar al peor de los males: pararse
a pensar. Algo que aterroriza a los jóvenes de hoy en día. Es tanto el
movimiento que se caracteriza a nuestra sociedad que ya ni se para uno para
comer. Para esto están los “fast-food” o
los “take-away”. No sólo somos los jóvenes los que sufrimos esta pandemia sinó
el mundo en general.
A decir verdad, han sido las nuevas
tecnologías y la demencia de pensamiento las que hacen que estemos todo el día
en constante actividad. Es por eso que casi siempre se prefiere estar en el
ordenador, tomando algo, pasear con las amigas o ir al gimnasio en lugar de
leer un libro. Y es que la lectura es una de las únicas actividades que nos
permiten sentarnos y pensar, imaginar o descubrir. Antes que nada, para
promover el pensamiento deberíamos promocionar el saber estar sin hacer nada,
tranquilos o incluso aburrirse. Son estos momentos criminales de la vida en los
que podemos tomar mejor nuestras decisiones vitales. Por ejemplo, si por algún
caso de la vida decidiéramos contraer matrimonio entre ruidos y entretenimientos
seria muy probable que acabásemos fracasando.
En conclusión,
lo más importante para hacer aquello que queremos hacer de nuestra vida es
pensar y un buen medio para ello es leer. Siempre y cuando nos permita pararnos
y dedicarle un tiempo. Leer pues de pie en el tren entre barullo no es del todo
recomendable.
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