Son frecuentes los casos de
abusos sexuales y violencia de género, y mucho más frecuente es la publicidad
que pone a la mujer como principal reclamo. Sobra decir que no hablamos aquí de
un reclamo o un atractivo intelectual sino meramente sexual. La mujer no
aparece como un objeto de admiración sino de deseo y posesión desordenada. El erotismo
e incluso la pornografía inundan las páginas de la prensa, las revistas de
moda, las redes sociales, los medios online, los escaparates, las canciones o
las calles. Ante esta situación general, muchos se alarman y buscan culpables.
Sin embargo, me atrevería a decir
que nadie es del todo responsable de este fenómeno. Mejor dicho, o lo somos
todos, o ninguno. Creo que es un círculo vicioso que se retroalimenta solo. ¿Qué
fue antes el huevo o la gallina? Quién empieza, ¿el diseñador de la minifalda
de éxito o la niña de quince años que se remanga la suya y sirve de inspiración
al diseñador? En la sociedad en que vivimos, esta corriente del “destape” en su
punto más álgido se ha instalado y forma parte de nuestra manera de pensar y
ver el mundo, nos agrade o nos parezca denunciable.
Hace cincuenta años, el panorama
era radicalmente distinto. Si hablas del tema con alguna persona de más de
setenta, seguramente te dirá que se encuentra escandalizada por lo que
explicábamos al principio. Si le pides que te hable de cómo vivió él o ella el
tema del sexo, puede que seas tú quien acabe escandalizándose. Mi abuelo me
contó que, para él, cogerle de la mano a mi abuela cuando eran novios era casi
pasarse. En mi opinión, tampoco esto es bueno ni normal. Entonces, ¿qué es lo
natural? ¿Existe una forma de vivir el tema del sexo o la sexualidad
“correcta”? ¿No dependerá más bien del momento histórico en el que uno vive?
Ante estas cuestiones, la
respuesta podría ser que efectivamente, no hay respuesta, y que en un tema tan
polémico o delicado como este, en el que se mezclan moral, religión e
ideologías, no hay forma de medir ni establecer verdades. No obstante,
considero fundamental hacer el esfuerzo de pensar seriamente en el hombre y en qué papel juega la
sexualidad en este desde un punto de vista antropológico. La sexualidad debe
ser una forma de expresar nuestro amor y entrega incondicionales y no solo una
vía para experimentar placer. La mujer es mucho más que un cuerpo o una
actitud, y el hombre mucho más que instinto. Por nuestra condición de humanos
podemos decidir, si no, no estaremos ejerciendo nuestra libertad, que es justo
lo que nos hace humanos. El sexo puede tener como consecuencia el nacimiento de
una persona nos guste o no.
Este hecho ya debería darnos
pistas acerca de la verdadera naturaleza y fin de la sexualidad. Entonces, lo
consideraremos como un valor inamovible en el tiempo y la distancia, y una
verdad para transmitir y defender siempre que lo veamos necesario. Pero, y como
le oí decir a una psiquiatra en cierta ocasión, la sexualidad y todo lo que le
concierne es, al fin y al cabo, solo una parte más del intelecto y del
individuo y merece la misma atención que el resto. Tiene por tanto que estar
integrada y asimilada en equilibrio con otros temas importantes. Sin dejarlo de
lado, pero sin obsesionarnos.
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